jueves, 3 de junio de 2010

Huelga en las Administraciones Públicas el 8 de junio

De sobra sabemos que la huelga del día 8 de junio no va a cambiar nada, salvo la deducción de un día de las retribuciones de esa mensualidad. No tengo decidido lo que haré ese día y no sé si estaré "de servicios mínimos", pero todavía recuerdo con vergüenza, en la última que se convocó (uno de los años de 'congelación') que hubo poca incidencia y el gobierno al valorar esa circunstancia declaró que los funcionarios estaban de acuerdo con las medidas aprobadas. En esa ocasión no hice huelga pero me arrepentí, me escocieron esas declaraciones.

A partir de la efectividad de la reducción de retribuciones, creo que veremos con otros ojos algunos gastos habituales en nuestros Ayuntamientos que nos harán pensar si verdaderamente no estamos pagando nosotros el pato (la crisis), ya que no parece que se afronte la situación con seriedad. Y también pensaremos seguramente que la reducción de nuestras retribuciones se ha destinado (por imperativo legal, es un Decreto-Ley) a enjugar remanente de tesorería negativo o, en defecto de éste, a amortizar operaciones de crédito cuyo causa u origen era la realización de algunos gastos que tampoco pueden merecer el calificativo de prioritarios.

Es totalmente cierto que esta medida no la han decidido los Ayuntamientos y no tienen porqué pagar los platos rotos, pero me parece totalmente exigible un plan de reducción de gastos (o de austeridad). No es suficiente con la reducción de las retribuciones de los cargos electos y personal de confianza, deben suprimirse o rebajarse sustancialmente los gastos superfluos lo que, no dudo, es una tarea difícil, pero imprescindible. En otro caso, sí que va a cundir la desmotivación, si es que no va a ocurrir de todos modos.

Me imagino participando en la tramitación de algunos expedientes relacionados con gastos como los lanzamientos de fuegos artificiales o los alumbrados extraordinarios, de fiesta, las entregas de premios con comida o cena incluida, o las celebraciones de días diversos (que hay de todo tipo, loables y execrables), las ferias de tal o pascual, la contratación de artistas de todo tipo, etc. Pero no sólo fiestas o similares, que representan un porcentaje reducido del presupuesto. También están los contratos de servicios para diseños de cartelería de diversos actos, los cachés de conferenciantes de dudoso interés, los servicios externos jurídicos o técnicos para dictámenes o proyectos que no se llevarán a cabo y un sinfín de gastos similares que aún no representando un gasto muy importante, es necesario que reduzcan, aunque respondan a una promesa electoral.

En fin, todos sabemos que esto de la austeridad tiene un componente de ejemplarización que debe afectar a ciertos gastos aunque no sean, en términos relativos, muy importantes. Pero la verdadera reducción de gastos tiene que pasar por los que sí representantan un porcentaje importante del presupuesto: el capítulo de personal, que tendrá que hacer más esfuerzo que la propia reducción acordada por el Decreto-Ley (los servicios extraordinarios necesariamente se habrán de reducir) y los servicios externalizados (basuras, limpieza viaria, etc.,), que deberán someterse a un estudio para reducir su coste.

Por último, no soy partidario de que se plantee el incremento de productividades o gratificaciones para amortizar parte de la reducción de las retribuciones. No me parece serio, entre otras cosas.

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